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Por Agustín de la Herrán Gascón, Catedrático de Pedagogía UAM

Introducción
Lo apuntado como título es una cuestión delicada o difícil. Y no debería serlo en absoluto. No solo es analizable. Si de educación se trata, es un imperativo comprenderlo para tomar conciencia de su significado y alcance formativo. Lo hemos considerado un “tema radical” (Herrán et al., 2023). A los “temas radicales”, les ocurre lo que a las raíces: que, sido esenciales, no suelen verse. Sin embargo, son vitales para el árbol (léase, educación, sociedad, personas, Pedagogía). El adoctrinamiento es un desafío casi desapercibido, perenne y universal. Argumentaremos sobre ¿Qué es adoctrinar?, ¿Qué relación hay entre adoctrinamiento y enseñanza?, ¿Quién enseña y adoctrina?, ¿Por qué adoctrinamos?, ¿Qué podemos hacer? Y se concluirá más allá del adoctrinamiento. Se reflexionará en el marco de la Didáctica General o polivalente, disciplina nuclear de la Pedagogía, en una pirámide de vértices: educador, enseñanza, aprendizaje, educación y conciencia. El objetivo del texto es justificar una enseñanza sin adoctrinamiento, como requisito de educación.

¿Qué es adoctrinar?
La Real Academia de la Lengua Española define “adoctrinar” como: “Inculcar a alguien determinadas ideas o creencias”. Por tanto, esta acción requiere una comunicación forzosa o que impone. E “imponer” es enseñar a alguien en algo o enterarlo de ello. De esto cabe deducir que el adoctrinamiento es compatible con una forma de violencia exógena o, al menos, con una falta de respeto. Y que no tiene por qué guardar relación con su aspecto o con el medio empleado, bien sutil, bien descarado. Se deduce también que es un proceder alejado del espíritu de la democracia o menos compatible que la enseñanza cuidadosa, en la medida en que la molécula de la democracia es el respeto por el otro. del espíritu de la democracia o menos compatible que la enseñanza cuidadosa, en la medida en que la molécula de la democracia es el respeto por el otro.

¿Qué relación hay entre adoctrinamiento y enseñanza?

Tradicionalmente, “adoctrinar” se ha empleado como sinónimo de “enseñar”, sobre todo, expositivamente. Por ejemplo, Valera (1897) dice en “Genio y figura…”: “Voy, pues, á ver si los relato, y si consigo, no adoctrinar ni enseñar nada, sino divertir algunos momentos ó interesar á quien me lea” (p. 2). Sin embargo, se coligen tres observaciones fundamentales: se puede adoctrinar enseñando por descubrimiento, dialógica e, incluso, críticamente y mediante metodologías activas, porque todas son susceptibles de manipulación. La segunda es que la enseñanza educativa se guardará mucho de adoctrinar deliberadamente, con total independencia de las formas de comunicación didáctica. La tercera es que no sólo se enseña en el sistema educativo: enseñamos continuamente, porque “nos mostramos” permanentemente. Lo hacemos desde cómo somos, lo que hacemos y decimos, y también desde lo que dejamos de hacer y construir.

¿Quién enseña y adoctrina?

La clave del adoctrinamiento está en el ego de quien lo procura, aunque lo haga inconscientemente. Se adoctrina en todas las sociedades, contextos y organizaciones humanas: estatistas y liberales, confesionales y laicas, de derechas y de izquierdas, personales y sociales. Lo hacen los profesores, los padres, los curas, las instituciones, los poderes fácticos, en general, y por extensión, cualquier persona identificada o condicionada con ismos. Nadie nos libramos, como ningunos nos zafamos de la ignorancia. La cuestión es ignorarlo o darse cuenta.

¿Por qué adoctrinamos?

Porque, como explicó Krishnamurti (1975), todos estamos condicionados (ideológica, cultural, religiosamente, etc.). Por tanto, nuestra razón sesgada tiende a adoctrinar espontánea, automáticamente. El adoctrinamiento es una tentación para el ego. Así, la inercia cognoscitiva es a proyectar y a amplificar los propios condicionamientos y a confinar a los demás en ellos, sobre todo si se trata de desiguales funcionales o de seres cercanos (hijos, alumnos, pareja, subordinados, dependientes circunstanciales, etc.). Adoctrinamos para la eficacia de nuestro sistema de pertenencia/referencia o ismo. Puede ser personal, colectivo, formal, etc., y referirse a cualquier contenido: político, religioso, nacional, militar, científico… Al ser “para mi sistema”, el adoctrinamiento es una acción radicalmente egocéntrica, por tanto, inmadura, fanática o necia (Erasmo de Rotterdam, 2011), en alguna medida.

¿Qué podemos hacer?

El adoctrinamiento es un fenómeno masivo. Satura la vida y a cada persona. Es tan vasto que pasa desapercibido. Ante ello, ¿Qué pueden hacer los educadores (padres, docentes, gobernantes, medios de comunicación…)? Primero, ser conscientes del fenómeno, lo que no es poco. Después, actuar conscientemente. ¿Qué significa? Dos prioridades: la primera es evitar condicionar o adoctrinar, desde un profundo respeto al otro. ¿Daríamos a nuestros hijos o alumnos agua teñida o intoxicada, si somos conscientes de ello? No se trata de ofrecerles agua destilada, basta agua potable. La segunda es proceder como cuando, yendo en avión, hay una pérdida de oxígeno: ocuparnos de nosotros antes y ponernos la mascarilla primero. Es decir, “educarse”, antes de pretender educar a los demás, como postularon Confucio (1969), Gadamer (2000) o el mismo Krishnamurti (1982). Será un indicador de lucidez, amor y madurez, más allá del ego.

A modo de conclusión: más allá del adoctrinamiento

El verdadero cambio educativo -decía Krishnamurti (1994)- comienza en uno mismo. Concretamente, en una autoeducación que incluya el descondicionamiento como fase. Sin embargo, desprenderse del adoctrinamiento y salir de la caverna (Platón, 1987) no es liberarse. Liberarse implica volver a entrar (reidentificación, recondicionamiento) cuando se quiera, por ejemplo, para ver a los amigos o para dormir, a pesar del mal olor de adentro.

Los avances de la educación son los avances de la sociedad, pues de la educación depende todo. Como el barco en el mar, si el agua sube, sube el barco, si la educación baja, todo baja. Nuestra educación está construida en términos de “aprendizajes”, es decir, de adquisiciones de significados o conocimientos. Por ello, es incompleta, parcial, está sesgada hacia lo externo y superficial. Desde una mirada radical e inclusiva se deduce una educación más completa y avanzada. El salto cuántico requiere un salto evolutivo: de una educación basada en el aprendizaje y orientada a la adquisición de competencias (actual), a una educación para una vida más consciente que, por ser más compleja, incluya aprendizajes, saberes y competencias, sin quedarse en ellos. Es decir, de una educación centrada en los Estados, a una educación simultáneamente centrada en los Estados y en la posible evolución interior de las personas. Para este cambio de paradigma pedagógico, el adoctrinamiento es un lastre, porque no hay nada más alejado de la educación que el adoctrinamiento.

Referencias

Confucio (1969). Los cuatro libros de Confucio. Bergua.
Erasmo de Rotterdam (2011). Elogio de la estupidez. Akal.
Gadamer, H. G. (2000). La educación es educarse. Paidós.
Herrán, A. de la, Fortunato, I., & Álvarez, N. T. (2023). «Educación y adoctrinamiento: una mirada desde la educación radical e inclusiva.» Pro-posições, 34, 1-26.
Krishnamurti, J. (1975). First and last freedom. HarperOne.
Krishnamurti, J. (1982). Educando al educador. Orión.
Krishnamurti, J. (1994). El arte de vivir. Kairós.
Platón (1987). La república. Alhambra.
Valera (1897). Genio y figura… Librería de Fernando Fé.

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