Por Enrique León, consultor internacional en innovación estratégica
En 2007 un equipo de investigadores de Trinity College Dublin, nos dimos la tarea de analizar el uso de las Tecnologías de Información (TICs) para mejorar la participación ciudadana en el gobierno. Basándonos en el desarrollo de la teoría de deliberación, probamos el empleo entonces incipiente de los chatrooms y las redes sociales para alojar discusiones políticas entre ciudadanos. De estas discusiones se podía obtener información útil sobre las problemáticas sociales y los sentimientos de la gente que ayudara a legisladores y gobernantes a producir leyes y normas mucho más efectivas y cercanas a la realidad cotidiana. Desde entonces, tanto las tecnologías como los comportamientos de la ciudadanía han cambiado, dando paso a una nueva forma de interacción política digitalizada y con una alta dosis de inmediatez.
En un intento por adaptarse a una sociedad hiperconectada e hiperinformada, los gobiernos han incorporado innovaciones en procesos y tecnologías en lo que se ha dado en llamar gobernanza “inteligente”, “hipereficiente” o, más comúnmente, por su término en inglés “Smart”. A pesar de la creencia extendida entre la gente de que todo lo “Smart” implica una tecnificación extrema, la realidad es que, para ser efectiva, una estrategia Smart en gobierno se diseña desde los valores que distinguen a una región y no desde las últimas novedades informáticas.
Una Gobernanza Inteligente: las cinco claves
Para que una Gobernanza sea “Smart” la presencia digital debe ser efectiva, democrática y productiva, abarcando diversas áreas de impacto. La transparencia, por ejemplo, debe construirse a partir del acceso garantizado a la información, los datos abiertos y la verificación cruzada. El gobierno electrónico no solamente son trámites y servicios en línea sino, también, plataformas, ciberseguridad y protección de datos, analítica avanzada, relaciones mapa-territorio y canales de percepción ciudadana. En el área de “buen gobierno” se conjugan la integración plural, la rendición de cuentas, la planificación estratégica, el manejo presupuestario eficiente, las políticas novedosas, la capacitación y el desarrollo profesional de funcionarios, los sistemas colaborativos y la integración en redes cooperativas de ciudades.
En general, se ha señalado que una gobernanza inteligente es un paradigma que se basa en 5 componentes1: 1) Una apertura radical basada en datos abiertos policéntricos, comunicación ciudadanía-gobernante masiva y una cultura de la transparencia; 2) la centralidad en la ciudadanía que pasa por contactos ciudadano-ciudadano y medios para facilitar esos contactos, complementado con formas alternativas (no-oficiales) de democracia; 3) inteligencia conectada con modelos organizativos sin líderes, formas descentralizadas de inteligencia colectiva e interacciones a gran escala, conectadas y distribuidas; 4) el altruismo digital buscando la coproducción pública de valor, las comunidades basadas en datos públicos y el principio de reciprocidad ;y 5) una deliberación masiva mediada por la tecnología, lo que implica un participación diversa, igualitaria y deliberativa, gobiernos con la gente y mecanismos abiertos, asíncronos, despersonalizados y distribuidos.
Para que estos componentes cobren sentido, la inteligencia en gobernanza debería alcanzar un alto grado de alfabetización digital, mayores niveles de diversión, involucración y confianza por parte de la población, así como mejores indicadores para evaluar resultados tangibles.
Ejemplos de buenas prácticas
La incorporación de buenas prácticas es una característica y, también, una de las mayores fortalezas de una gobernanza inteligente, pues recurre a la asimilación rápida de conocimiento externo para resolver problemas que son comunes entre regiones y países. En un análisis de 271 soluciones para gobernanza inteligente a nivel mundial2, la empresa de datos austriaca “StartUs Insights” identificó las 5 que ha logrado tener el mayor impacto en sus regiones: 1) CIVIC LEDGER, que usa blockchain para transacciones gobierno- ciudadano (G2C) en Australia, 2) CIVOCRACY, en Alemania, que aplica analítica de datos para agilizar la involucración ciudadana, 3) la solución con Inteligencia Artificial PROMPTGOV en EEUU para gestiones de quejas ciudadanas, 4) el sistema de voto en línea con blockchain de la rusa POLYS, y 5) la estadounidense SWIM, que usa el Internet de las Cosas (IOT)para la gestión de la infraestructura.
El ciudadano como principio y fin del gobierno inteligente.
Existen modelos que permiten medir el grado de “inteligencia” de un territorio a través de una serie de indicadores seleccionados para establecer grados de avance, brechas y nichos de mejora. Los dos más populares son el índice Cities in Motion, de IESE Business School y el Smart City Index ,de IMD Business School. Ambos contienen variables que sólo tienen sentido en un contexto determinado , por lo que es mejor usarlos únicamente como referencia, y no como objetivos estratégicos o aspiracionales.
Una reflexión que recogimos en Trinity College y sigue siendo vigente a día de hoy es la siguiente: para una gobernanza verdaderamente Smart se debe reexaminar el papel protagonista de la ciudadanía como principio y fin de un gobierno efectivo. Como diría el político estadounidense Brian Schweitzer, “Las buenas ideas son la columna vertebral de un buen gobierno”.
1 Meijer AJ, Lips M and Chen K (2019) Open Governance: A New Paradigm for Understanding Urban Governance in an Information Age. Front. Sustain. Cities 1:3. doi: 10.3389/frsc.2019.00003
2 5 Top Smart Government Solutions Impacting Smart Cities (startus-insights.com)
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