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Juan de Rus, Director y Socio de Neovantas

Las ciencias del comportamiento tienen un gran potencial para mejorar la vida de las personas, ofreciendo una nueva perspectiva para diseñar mejores políticas públicas, como así lo demuestran las más de 200 entidades a nivel internacional que ya las utilizan.

Los orígenes de estas “unidades de empujón” están en EE. UU., que en 2009 reclutaba al profesor de Harvard Cass Sunstein para dirigir la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios y mejorar la calidad y efectividad de la regulación federal; y en el Reino Unido, donde se creó en 2010 la primera unidad de análisis de comportamiento (el Behavioural Insights Team). Esta unidad, liderada por David Halpern, tenía como objetivos rentabilizar los servicios públicos y hacerlos más fáciles de utilizar para los ciudadanos; mejorar los resultados introduciendo un modelo más realista de comportamiento humano en las políticas; y permitir que las personas tomaran mejores decisiones, sin inhibir su autonomía y libertad de decisión. Algunos de sus logros más importantes son la incorporación de 100.000 personas al registro de donación de órganos y la mejora en la tasa de reembolso de impuestos que genera en torno a £30 millones de ingresos adicionales al año.

En España aún queda mucho camino por recorrer y, por este motivo, el proyecto que estamos abordando con España Mejor es un buen comienzo para demostrar a la clase política el impacto real de la economía conductual en el sector público.

El objetivo es conseguir la implicación de los jóvenes españoles, de entre 18 y 35 años, en las decisiones relevantes de política pública en España que les afectan directamente. Vamos a demostrar que los jóvenes están deseando contribuir a la democracia española y al desarrollo económico del país.

El ámbito de este proyecto se centrará en dos retos fundamentales para los jóvenes españoles: mejorar las oportunidades laborales para los recién graduados vía prácticas en empresa y reducir las fricciones en los procesos de emprendimiento. En el primer caso abordaremos las barreras conductuales que evitan la transición de los becarios jóvenes hacia un empleo de calidad, mientras que en el segundo caso nos centraremos en identificar y mitigar los “sludges”– fricciones y barreras innecesarias- que limitan la capacidad de los jóvenes emprendedores para lanzar sus empresas.

La metodología se basa en el concepto de sludge, acuñado por Cass Sunstein y cuyo análisis a través de los denominados “sludge audits” ha sido impulsado por la OCDE en 2024. En este caso, estudiaremos los costes psicológicos a los que los jóvenes se enfrentan al buscar prácticas o emprender. Si bien existen diferentes tipologías de sludge, en este caso utilizamos la adaptación de Shahab y Lades (2024) y NSW Behavioural Insights Unit (2024) que usa la OCDE (2024) y que distingue entre cuatro costes psicológicos:

  • Costes de búsqueda: Ocurren cuando las personas están buscando información sobre un proceso, pero encuentran barreras debido a información desactualizada, lenguaje poco claro o requisitos confusos.
  • Costes de decisión: Ocurren cuando se pide a las personas que evalúen opciones, pero las diferencias entre ellas no son claras debido a criterios de elegibilidad ambiguos y sobrecarga de opciones.
  • Costes cognitivos: Recursos mentales que las personas gastan en cumplir con los requisitos, incluyendo la comprensión de información compleja o el contacto con soporte para obtener claridad cuando las instrucciones no son claras.
  • Costes emocionales: Incluyen encontrar estigma, experimentar una pérdida de autonomía o sentirse estresado, desautorizado, ansioso, confundido o frustrado.

El análisis se aborda en 3 fases:

  1. Diagnóstico conductual: En esta fase se identifican cuáles son las principales barreras conductuales que impactan en los dos objetivos del proyecto. Para ello se analizan miles de encuestas y sondeos de opinión a jóvenes, análisis de percepciones de los jóvenes en RRSS, entrevistas en profundidad a 10 becarios y 10 jóvenes emprendedores. Adicionalmente, se trabaja con frameworks de Behavioral Economics, como el uso de un “Mapa Conductual”, para identificar las principales barreras estructurales y cognitivas que limitan a los jóvenes cuando quieren encontrar prácticas o emprender.
  1. Rediseño Conductual: Tras este diagnóstico se sugerirán intervenciones que reduzcan las barreras conductuales identificadas en la primera fase del proyecto y se trabajará con los jóvenes a través de un Workshop de Co-creación en el que se discutirán y priorizarán las potenciales intervenciones.
  1. Piloto y escala del proyecto: Por último, las intervenciones más prometedoras se implementarán en un entorno controlado y se medirá el impacto de estas para la consecución de los dos objetivos principales del proyecto, con el objetivo de escalar aquellas soluciones que hayan obtenido mayor impacto.

En conclusión, pese a que actualmente y a lo largo de la historia las organizaciones públicas y privadas siempre ha buscado la manera de resolver los problemas con una óptica estructural, mediante el uso y desarrollo de la tecnología, creemos que es el momento de centrar nuestros esfuerzos en las limitaciones cognitivas que igualmente nos condicionan. Por este motivo, estamos convencidos de que los resultados de este proyecto ayudarán a concienciar a nuestros representantes políticos sobre la importancia de la Economía Conductual para mejorar la vida de los ciudadanos.

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