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Por Itziar García

Recuerdo con nostalgia las clases de viernes del aula 4 en Madrid. Hace ya 5 años. También las del sábado. Máster Ejecutivo en Reputación Corporativa. Magistrales, en tanto en cuanto las impartían verdaderos maestros. Entre otros, otra, en este caso, la Catedrática María José Canel, referente internacional a nivel de comunicación política.

Fue ella la que hizo alusión a las etapas del conocimiento, y fue el segundo estadio, el de la consciencia de la ignorancia, de mi ignorancia, la que me lleva a reflexionar y concluir la necesidad de no sólo escuchar, sino de tomar notas y aprender de los jóvenes, si mi objetivo es conectar con ellos. También en política. A mis cuarenta, y alejada de los Z, y de los Alfa… nunca me atrevería a hablar a esta generación de lo que necesitan, a hablar en su nombre, con un sesgo de superioridad de quien cree que la experiencia, por no decir edad, le garantiza el conocimiento. No desmerezco ni la edad ni la experiencia. Pero de nada sirve en una era en la que la única constante es el cambio. Cambio unido a un mundo interconectado en el que las nuevas generaciones parecen moverse por causas en redes cada vez más segmentadas y, probablemente, desconocidas para mí. No tengo ninguna duda de que, también, se manejan mejor que yo con el Chat GPT. O cualquier inteligencia artificial. Y los algoritmos. Es por eso que no me atrevo a hablar sobre las claves de una comunicación eficaz con ellos. No lo sé. Pero sé que no sé.

Ante el desconocimiento, lo que no cambia es la solución; investigar, estudiar el mercado, conclusiones, estrategia, plan de acción y cuadro de mando. Inmiscuirse en su entorno, analizar su contexto, sus preocupaciones, sus motivaciones, su propósito, los canales que utilizan, objetivos y aspiraciones…Con ellos. Desde la honestidad y humildad del deseo de co crear soluciones públicas. Dejar de pontificar desde las alturas lo que ofrece la edad para volver a la niñez, creativa e ingenua, que nos permitirá, de verdad, hacer una campaña conectada. Pero no conectada solamente por el uso de la tecnología, sino conectada por esas emociones que únicamente se consiguen mediante la empatía, el interés sincero, y el diálogo. No para el 23-J. Sino, sobre todo, a partir del 23-J.

Vuelvo al inicio del artículo. Llegaba, cada viernes, tras 6 horas, como alumna ávida de escuchar a verdaderos maestros de la comunicación, de la reputación, de la opinión pública…

Nosotros, consultores, hagamos lo mismo con estas nuevas generaciones: como niños, vayamos a escucharles, a aprender y entender su contexto. Un contexto que nos dará, probablemente, las claves de esa conexión; canal(es), mensaje(s) /causa(s), tono(s) y estilo (s). Y, por cierto, al igual que aquel Máster, no se puede hacer en 15 días. Es una carrera de fondo. Un largometraje que luego es posible que se tenga que comprimir en 30 segundos de Tik Tok. Pero no lo hagamos al revés. Hagamos primero la peli y luego, el tráiler.

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